Amanecí a 30.000 pies de altura y quise dibujar un bosque. Los troncos eran venas y, las ramas, capilares. Por más que quería ocultarme, sólo fui capaz de callar mi voz, porque todo se mostraba de forma clara y directa. Cuánta ingenuidad la de querer tapar mis dientes cuando el estómago estaba al aire libre, en público. Cuánta ignorancia el no haber visto que esos árboles que tapaban mi cara, que coartaban mis voluntades, eran más blancos que cualquier otro fenómeno visual. Cuánto aprovechamiento de energía e inteligencia el erigirse sobre ellos para poder crecer. Cuánta afirmación hay implícita en no necesitarla. A la cuarta generación todo se diluye, como la corriente de un río en un terreno escarpado.
Alto: 89cm
Ancho: 116cm
Profundidad: 2cm
Obra con marco: no